Los productos fermentados con procesos naturales forman parte de un interesante y vasto mercado que ofrece opciones más saludables frente a la hegemonía de los alimentos procesados en las grandes industrias.
Una marca que ha lanzado varios productos conservados mediante la fermentación es Simbiótica, y en Expandr platicamos con su cofundadora, Fernanda Iturbide.
“Una empresa de fermentación, nos hemos dedicado durante cinco años al desarrollo de alimentos y bebidas fermentadas, nuestros principales diferenciadores son que tenemos toda una trazabilidad ya confirmada, registrada y también investigada, de los insumos que empleamos”.
“El conjunto hemos desarrollado una línea que actualmente tiene como 18 alimentos y bebidas que pasan por fermentación natural”.
Además de los procesos adecuados y la calidad en sus productos, Simbiótica encontró otro modelo de negocio en la enseñanza y la consultoría.
“Hemos también diversificado, digamos un formato paraguas de lo que es Simbiótica para tener también canales de comunicación directa, tanto con el consumidor como tener canales de enseñanza, nos hemos dedicado a la parte de enseñanza, con talleres y consultorías a empresas”.
“Yo antes estuve en organizaciones de la sociedad civil que es el corte de Simbiótica en cuanto a interés social y del consumo más que nada conciente en donde todo sea equitativo y también a mi me parecía muy importante generar un canal de comunicación directo y que no necesariamente fuera para la comercialización de lo que conocemos como producto”.
En este camino de cinco años han tenido varios retos, como desmitificar la palabra fermentación frente al consumidor.
“Creo que hay mucho desconocimiento por parte del consumidor en general, sobre todo en nuestro país, porque la palabra fermento apenas desde al área de marketing en el yogurt por ejemplo, apenas se está poniendo, ya lo podemos ver en los productos finales, pero hace cinco años era asociado a un estado de putrefacción de los alimentos, debido a las características organolépticas como los aromas y las texturas; sin embargo la fermentación es lo opuesto, es una conservación del alimento que además promueve vida, entonces nosotros generamos esta parte de enseñanza”.
Los talleres ayudan a quienes buscan aprender la técnica para elaborar sus propios alimentos y bebidas, a bajo costo.
“Tienden a tener un valor económico algo, esto tiene que ver por todo lo que implica, por los tiempos, no hay una tecnificación tan alta que pueda hacer que baje de costo, y aún así en la categoría del mercado en general son alimentos costosos para un tipo de población, entonces es una forma también de que la gente que no tiene las posibilidades de estar comprando también lo puede hacer desde su casa y por eso generamos distintos formatos de talleres o asesorías”.
Con esta alternativa comercial y educativa, Fernanda Iturbide encontró una certeza: lo que no das te lo quitas a ti mismo.
“Muchos tienen miedo a compartir lo que saben, aunque le pongamos un precio, que es bien importante ponerle un precio, eso no tiene nada malo, de hecho es algo que deberíamos que quitarnos porque implica tiempo, también es parte de dignificar nuestro trabajo”.
“Yo entendí que esa sólo era una idea que de todas maneras si alguien veía que le gustaba algo que tú producías lo iba a reproducir aún sin tu receta. O sea iba a buscar la forma de reproducirlo y competir y no lo podía evitar, no estaba bajo mi control. Yo me estaba cerrando a algo que es importante en el emprendimiento que es la diversificación de ingresos, que te permite invertir en tecnificación y crecer”.
“Y también entender que no por el hecho de que le enseñaste a alguien quiere decir que te dejen de comprar, eso también es un súper mito, tengo consumidores que van a mis talleres porque quisieron entender mejor qué se estaban comiendo”.